La belleza es el mejor recurso contra la incertidumbre.
La frase no es mía, más quisiera, sino que la extraigo del último libro que he leído, Hacia la belleza de David Foenkinos del que ya escribí en el post anterior a este, y que me sirve perfectamente para abrir esta nueva entrada. En la novela flotaba la idea de que la belleza es a lo que nos aferramos cuando no sabemos a dónde agarrarnos y era presentada como la única certeza, lo que nos eleva y nos hace sentir bien.

El pianista (y amigo) Mario Prisuelos es el promotor de un festival de música que se lleva celebrando 12 años en Villaviciosa de Odón. Durante dos fines de semana los vecinos, y los que no lo son, pueden disfrutar de manera gratuita de una selección de música que toca muchos palos. Música clásica, contemporánea, lirica o flamenco, una variada selección para despertar los sentidos y, en mi caso, aprender a escuchar cosas nuevas. El XII Festival Asisa de Música de Villaviciosa de Odón arrancó el pasado 11 de Julio y durante 6 noches ha llenado al pueblo de música. Por temas de agenda solo he podido disfrutar dos noches, la apertura y el cierre, pero el sabor de boca que me ha dejado no ha podido ser mejor. Al aire libre y aguantando las altas temperaturas de Madrid en julio, la primera velada corrió a cargo de la violinista Cecila Berkovich y el conjunto de saxofón SIGMA Project que interpretaron la orquestación que el propio Leornard Bernstein hizo de su magnífica West Side Story
Los músicos compartieron su talento y buen humor al interpretar una música que invitaba a los entusiastas de este musical a cantar o bailar. Imposible no susurrar Maria o Somewhere o no arrancarse a bailar en el número más memorable del musical ¿hace falta recordar cuál?
Cerraron, con mucha gracia, la función con una versión del Mambo de Perez Prado que completaron con la participación del público. Excelente broche de cierre del concierto y excelente apertura de un festival del que se esperaban muchas sorpresas.
Me han hablado maravillas de los 4 espectáculos que me perdí, sé que es imposible llegar a todo, pero tendré que hacer un esfuerzo en la próxima edición: siempre hay que apoyar los proyectos de divulgación de la cultura fuera de las grandes ciudades y este festival es un perfecto ejemplo de ello. La impronta que me ha dejado este año será difícil de borrar porque la apertura fue inolvidable pero el cierre supuso, como vais a ver, un punto de inflexión.
En la primavera de 1998 me enganché para siempre a la ópera después de ver Aida en el Teatro Real. Fue mi primera experiencia y fue tan satisfactoria que la lírica me ha acompañado desde entonces y figura junto al pop y rock entre mis selecciones musicales semanales. Mi acercamiento al flamenco ha sido circunstancial. Alguna canción, alguna película, algún reportaje o alguna mención de conocidos, pero nunca un interés real y mucho menos la curiosidad como para asistir a un concierto. Argentina canta a Falla y Lorca era el título del concierto que cerraba el festival y que ha servido para interesarme por un arte fundamental en la cultura de nuestro país. Un poco después de las 10 de la noche el guitarrista Jesús Guerrero, los palmeros Diego Montoya y Roberto Jaén y la cantaora Argentina llenaron de sur el recinto.
Argentina Maria López Tristancho no tiene un nombre como para pasar desapercibida, tuve el placer de conocerla después del concierto, pero no me atreví a preguntarle porque le habían puesto el nombre del país del cono sur y me hubiese encantado saberlo. Puesto que de flamenco nunca he tenido la menor idea, no conocía nada de su trayectoria y de su música antes de verla y oírla por primera vez. Solo sabía que existía una cantaora llamada Argentina, lo mismo que sé que hay uno llamado Arcángel (al que ya sé que veré en diciembre) pero solo conocía sus nombres de oídas, ni caras les ponía. Afortunadamente eso cambió el sábado 20 de julio: El mismo día que el hombre llegó a la luna 50 años antes, llegué yo al flamenco, y como pasó en 1998 con la ópera, se queda conmigo para siempre.

Desde los primeros compases, las bulerías, los fandangos, las seguiriyas…me dejaron con la boca abierta. Uno de los mejores oídos que he conocido jamás, me miro con los ojos como platos después del arranque y me dijo: (palabra malsonante) ¡qué potencia tiene esta chica! A mí no dejaba de sorprenderme su forma de cantar y el sentimiento que demostraba al interpretar cada tema. Un no parar, algo que me gusta a mi decir mucho, de sensaciones y alegrías. Mi vínculo con el sur, surgido hace pocos años, es más fuerte de lo que llego a admitir. Absolutamente nuevo, pues ni he nacido allí, ni he vivido allí , Sevilla y, sobre todo, la provincia de Cádiz, son para mí algo especial. Cuando la cantante se arrancó a cantar por Cádiz me emocioné de una manera que reconozco irracional, pero a la que no pude resistirme.
Supimos, ni la menor idea tenía, que Manuel de Falla y García Lorca habían sido grandes promotores del flamenco y que ellos fueron los artífices del primer festival de flamenco allá por 1922, que se celebró en la Alhambra y que contó entre sus participantes con un aún niño Manolo Caracol. Mario, que es una Wikipedia para estas cosas, no explicó todo esto y nos ayudó a poner en contexto las interpretaciones que ibamos a disfrutar. Siempre lo hace, en todos sus conciertos, es un gustazo.
La fusión entre un instrumento clásico como el piano, que tocaba Mario, y la potente fuerza de Argentina, ocuparon la segunda parte del concierto, canciones de Lorca y Falla que nos trasladaron a principios del siglo XX. Si la primera parte me había dejado impactado, la segunda me demostró lo bueno que puede resultar la experimentación de sonidos. Escuchar a Argentina al piano de Mario fue algo sorprendente. ¿Sabéis una cosa? Hay veces, me pasa en la ópera, que quiero que me interese una cosa y no lo hace. Me ha pasado con algunas óperas alemanas, me encantaría que me gustasen, pero hay veces que estoy pensando en la lista de la compra sin prestar la menor atención a lo que escucho. Pues bien, en el concierto del sábado, y a pesar de ser una cosa totalmente nueva para mí, estaba 100% entregado a lo estaba sonando seguramente y eso significa que me estaba gustando mucho.
El concierto acabo con un homenaje a Carlos Cano y su María la portuguesa sonó en la voz de Argentina, que la hizo suya y levantó olés y muchos aplausos al acabar. La mejor forma de terminar un concierto y un festival es dejar el listón muy alto, todo un reto a superar el año que viene pero, contamos con Mario, con una proyección que cada vez mayor y con un pueblo entregado ¿Cómo no va a ser así?
Ya he comentado un poco más arriba que después del concierto conocí a la cantaora y el grupo que la acompañaba. Supongo que está en el artista el ser amable y humilde al recibir las felicitaciones, pero el mérito es su simpatía para con nosotros habría que elevarla al infinito: embarazada de seis meses (¡Enhorabuena!) y habiéndose levantado en Ceuta de madrugada y viviendo todo un periplo para llegar a Madrid, uno hubiese entendido perfectamente una retirada sin ganas de departir, pero allí se quedaron, contándonos sus peripecias y enamorándonos aún más. ¿Me habré convertido en fan?
He escrito este post mientras sonaba en Spotify el disco Sinergia. No es lo mismo que verla en concierto, pero puede valer para que la conozcáis.
Un 10 al Ayuntamiento de Villaviciosa de Odón, a la aseguradora ASISA y a todos los que colaboran para que este festival sea posible.
Volviendo al principio, al concepto de belleza como certidumbre ¿No hay belleza en el talento artístico? Como no aferrarnos a él para olvidar los malos momentos o simplemente para evadirnos de la rutina. No tengo el vocabulario ni los conocimientos para describir lo vivido el sábado, pero seguro que me entendéis.
Me comentaron al acabar el conciert y ver mi entusiasmo: Maxi, no me digas que vas a aficionarte también al flamenco…a ver en que hueco (entre ópera, pop, cómics, Madrid, Teatros…) lo metes.