Maxi’s London Trip. Chapter one.

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Aprovechando que el día 23 fue fiesta en Madrid, dos días después de comenzar el verano me llevaron casi por sorpresa a uno de mis lugares favoritos del planeta: Londres. Digo lo de casi por sorpresa porque, aunque conocía que me habían preparado un viaje, supe de mi destino con solo una semana de antelación. El descubrirlo no hizo sino aumentar mi entusiasmo porque esta capital mundial era un lugar al que tenía muchas ganas de volver.

Conocí Londres un poco antes del cambio de siglo, en un viaje inolvidable junto a una prima mía y luego, gracias a la ayuda de mi más mejor amigo, me quedé viviendo allí dos meses, que bien hubieran merecido en aquella época detallados post. Me enamoré de esta ciudad que no tiene nada especial y lo tiene todo. Veamos, Nueva York es impresionante con su colección de rascacielos, París es monumental con sus avenidas, monumentos, palacios y museos, Roma está cargada de historia, pero, al margen de la primera, capital indiscutible de universo, Londres gana al resto por la vida que tiene y lo absolutamente cosmopolita que resulta. Todas me gustan, pero para vivir me quedaría con esta ciudad cruzada por el Támesis donde el tiempo no siempre acompaña.

Han pasado 12 años desde que viví allí y encontré bastantes cosas nuevas. Son muchos años para una ciudad que hay que visitar, por lo menos, cada tres, aunque sólo sea un fin de semana. Lo bueno de volver un lugar por tercera vez es que ya no tienes el estrés por conocerlo todo, sino que te limitas a disfrutar del sitio y dejarte llevar. Ese fue el cometido del viaje y por lo tanto no fui ni al British, ni a la Tate Gallery, ni a la National Gallery, ni a unos cuantos lugares imprescindibles en una primera visita.

A los pocos minutos de llegar a Heathrow yo ya estaba muy emocionado. Hace poco le comentaba a alguien lo bonito que son los días de junio en el Londres porque son eternos y mi emoción debió parecerle la del típico primerizo que no ha viajado en su vida. Pues sí, así es, siempre que hago un viaje me emociono como si fuera la primera vez, en eso soy muy entusiasta. El Heathrow express nos dejó en Paddington y de allí a nuestro destino, Waterloo desde donde empezó mi aventura londinense.

Dia 1

El día se levantó entre soleado y nuboso, pero bastante fresco, y la lluvia nos dio tregua hasta la hora exacta en la que la comentarista del tiempo del especial de Wimbledon dijo que llovería, a las 14:00 horas.

Prontísimo llegamos al impresionante London Eye. Una noria gigantesca a la rivera del rio que cruza la ciudad desde la que se obtienen las mejores vistas por 18 libras que merecen pagarse. Puede ser caro, pero es imprescindible montarse en ella y es recomendable hacerlo un día de diario y por la mañana a primera hora por eso de las colas. Sólo nosotros y una coreana que hacía turismo sola (es increíble la cantidad de gente, incluido yo mismo, que lo hace) montamos en uno de los módulos con capacidad para bastantes más.

De allí al punto más icónico de Londres, el Parlamento con el Big Ben y camino a Bukingham Palace. Durante mi aventura previa de dos meses aquí no pude apreciar el primer conjunto de la misma manera que lo he hecho ahora, gracias en parte por la fabulosa noria abierta con el nuevo milenio. En cuanto a la casa de la Reina, lo he visto igual que entonces. Comparando Bukingham Palace con el resto de palacios europeos que conozco y con nuestro impresionante Palacio Real (y conjunto) de Madrid, tuve reconocer que lo que hace especial a este edificio no es su grandiosidad, más bien limitadita, sino la carga histórica que soporta, su archipopularidad y el hecho de que, cuando la bandera está izada, uno de los personajes más populares del planeta está residiendo allí. Aunque no me parece gran cosa, es un sitio al que sí o si hay que ir la primera vez que se pisa Londres. Yo ya había visto el cambio de guardia cosa que no creo que haya cambiado mucho así que decidimos no volver a verlo pero cuando abandonábamos el lugar nos encontramos con esto…

De allí fuimos para Picadilly Circus, la sucursal de Times Square, que está de horas bajas, entiendo, porque como el resto de la ciudad está en obras preparándose para ser el escaparate del mundo en las olimpiadas del año que viene. Recorrimos Regent’s Street buscando sin éxito (lo habían cerrado) el sitio en que yo trabajé aquellos meses de 1999. A un lado de la calle está la zona alrededor de Carnaby Street, que visitaríamos otro día, y del otro el de la exquisita Bond Street. Callejeando por esta última un olor familiar nos invadió descubriendo, y no exagero, una calle antes la sucursal londinense de Abrecrombie & Fitch donde por cierto los precios ya estaban en euros… previsiblemente ante la inminente apertura de tiendas en Europa, Madrid incluido, y con importes bastante más altos que cruzando el charco. La estética de la tienda es exactamente igual al resto: un grupo de chicos guapos en la entrada sin que se sepa muy bien que están haciendo flanquean a un tío espectacular a pecho descubierto y luciendo abdominales mientras la música suena igual que en una discoteca y hay que agudizar la vista para saber de qué color es la ropa que estas mirando. La ropa es muy chula, no digo que no, pero conocí la tienda hace 5 años y sigue siendo la misma que entonces, a Polo Ralph Lauren le funciona… ¿Por qué no habría de funcionarles a ellos? Si no se ha estado en ninguna otra es una obligada visita turística, al igual que la tienda de M&M’s de Leicester Square o la Disney, no tiene nada que ver con las españolas, de Oxford Street.

Nuestro paseo acabó a las puertas del British Museum desde donde emprendimos nuestra vuelta al hotel, no sin antes pasar por la obligatoria tienda de cómics, mi recordada Gosh! Cómics. Antes de llegar al hotel una parada de Sainsbury’s (un supermercado muy económico) porque a la pregunta ¿Qué tiene los hombres en la cabeza? Yo podría haber contestado perfectamente: un despropósito. Necesitaba gomina o gel acondicionador no rigido para pelos duros como el de un jabalí (sí, soy así se simple, la uso siempre y no me importa admitirlo) pero como no había facturado por eso de los líquidos en los aviones tuve que comprarla allí. Pues nada, por 1 libra con 20, por increíble que parezca, nos hicimos con estos productos y ni se me ha caído el pelo, ni se nos ha estropeado la piel.

Una paliza de 8 horas andando que me dejaron los gemelos duros como piedras y me ayudaron a bajar la primera hamburguesa que me como en 6 meses. Aquí, en Londres, en Nueva York o en Buenos Aires la hamburguesa del McDonald’s es el ejemplo vivo de hasta donde ha llegado la globalización. Por cierto, Marble Arch me parecía el infierno entonces y me lo sigue pareciendo ahora… ¡qué cantidad de gente! El sitio ideal para que cerca de allí este ese emporio del precio bajo que son las tiendas Primark.

Tras descansar unas horitas en el hotel, nos fuimos camino al Soho a cenar algo y pronta retirada impuesta por el cansancio. Lo curioso, con lo grande que es Londres es que descubriendo su noche nos encontráramos con un amigo allí. Simplemente fantástico (o maravilloso).

Apunte personal de la jornada: Las tribus urbanas. He visto muchísimos modernos gafapastas y queda confirmada la pen-ultima tendencia en ellos: el bigote más los pantalones “remangados” hasta el tobillo. He visto un montón de perroflautas, muchos pijazos y tambien trendy apple users pero hay una tribu que nosotros tenemos y ellos no. Ni en las inmediaciones del Primark he visto a nuestras princesas de barrio, si, aquí las chonis (soy fan) no son tan autenticas como las nuestras…vamos, ni aun traduciendo me las imagino diciendo algo así como…

“Esta tiene de buena lo que yo tengo de himen” (oído en un programa de televisión).

Ea..mañana (o cuando el calor me lo permita) más.

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