Maxi’s London Trip. Chapter two.

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Sigo con mi crónica londinense, rapidito ¡que vienen otros «orgullosos» temas!

Día 2

Se levantó más soleado que el primero, con menos frío y a priori sin lluvia aunque algo cayó. Fuimos hacía la Catedral de San Pablo. No voy a negar que es impresionante pero he visitado unas cuantas catedrales, conozco San Pedro del Vaticano y también la muy impresionante de Burgos y en ninguna he visto que haya, como aquí, un coffee bar & restaurant dentro del recinto. Una cosa es vender estampitas, libros y recuerdos pero… ¿un bar? ¿Dónde se ha visto?…ah, y entiendo que se deba cobrar alguna entrada, por eso de la conservación, pero 18 libras me parece un despropósito. Otro sitio que en una primera vez hay que visitar sobre todo por su impresionante cúpula que hasta la llegada del London Eye tenía unas de las mejores vistas de la ciudad. Por cierto, yo ni me acordaba, me contaban mientras estábamos por allí que cuenta la leyenda (más bien la prensa del colorín) que todos los reyes ingleses se han casado en la Abadía de Westminster, dedicada a San Pedro, y que Carlos se caso con Diana en San Pablo, uno de los mil millones de motivos por los que dicen que no reinará jamás. Para llegar a la catedral hemos bordeado la City (Centro Financiero) por la rivera del río, si la hubiéramos atravesado nos hubiéramos encontrado con The Monument, una columna de 61 metros que se encuentra a 61 metros del lugar donde comenzó el incendio que asoló Londres en el siglo XVII.

Seguimos caminando hasta la Torre de Londres. Palacio, prisión, centro de tortura, casa de moneda y vete tú a saber cuantas cosas más. Hoy el lugar, donde pelaron a Ana Bolena y donde se guardan las joyas de la Corona, es una atracción turística más. Otra cosa en la que no entré (esta vez) pero que merece la pena. Junto al complejo está el puente de la torre del que pongo alguna de las 900 fotos que hicimos aprovechando que empezaba a clarear el día.

La llegada a la Torre de Londres fue el momento de sentarse a tomar algo. La charla alrededor de unos refrescos al sol se vio interrumpida por una pregunta hecha con el mejor de los acentos (que me perdonen el resto) del castellano : ¿De qué parte de España son? El chico era un colombiano que había vivido 10 años en Valencia y que tuvo que dejarlo todo, por segunda vez, e irse a Londres en busca de trabajo. El muchacho que tenía pinta de ser mucho más joven que nosotros, estaba en su momento de descanso (trabajaba por allí) y nos contaba lo mucho que echaba de menos… ¡España! Al margen de su hija, que cuida su suegra en Valencia, hablaba maravillas de nuestro país porque decía que la gente y la forma de vida le gustaba mucho más y que quería volverse. A mi no me hacía falta convencerme pero me encantaría que aquellos que echan peste sobre la inmigración y, sobre todo, quienes despectivamente llaman a estos con una palabra que no pienso escribir, se detuvieran a conversar con alguno y escucharan su historia. No sé ni como te llamas, pero ojala tengas suerte, no tengo hijos pero supongo que estar separado de ellos tiene que ser durísimo.

El punto cómico de la jornada lo pusieron dos compatriotas. La primera, una señora de mediana edad que le decía al uno de los “Beefeater” que vigilan la entrada algo así como ¡estáte quieto muchacho! (aunque el susodicho llegara con facilidad los sesenta) y que luego a grito pelado dijo a su marido eso de ¡MA-NO-LO, ven aca pa’ca que no sales en la foto!. Pobre Manuel. Tanta gracia me hizo que hasta propuse un grupo de Facebook al respecto.

La segunda era una chica de Galicia, algo anecdótico porque la gente de esta tierra es encantadora, que le decía a su amiga…(…) de Madrid, poco que ver, sólo salir por Malasaña y Chueca, nada más. Mucho autocontrol tuve que tener para no sacarle los ojos a la muy cretina y tirarla al Tamesis con dos kilos de cemento en cada pie. Resulta que Madrid no será Londres, pero la muchacha obvio muchas maravillas que tiene la ciudad en la que vivo empezando por la pinacoteca más impresionante del mundo. No puedo soportar esa manía tan española de pensar que lo nuestro es una mierda (siento la palabrota pero era necesaria) y todo lo de fuera es lo más ni tampoco el extremo contrario de aquellos que afirman, más bien sentencian, sobre todo tomando una caña con una tapita: “es que como se vive aquí no se vive en ningún sitio” arrgggg, maldito autocontrol.

Del puente de Londres nos fuimos al Hyde Park. El pulmón de la ciudad parece eterno cuando estás dentro. De hecho la sensación de desconexión con la ciudad, pese a estar literalmente encajado en ella, es total. En el parque encontramos el monumento al príncipe Alberto, que por su brillo bien podría ser C3PO, y frente a él el Royal Albert Hall, un mítico recinto para todo tipo de eventos, desde conciertos a óperas pasando por entregas de premios o partidos de Tenis. La visita guiada vale 8 libras y merece la pena aunque no es imprescindible. Tuvimos la suerte de ver como unos chicos (de muchos colegios) ensayaban algún tipo de espectáculo benéfico pudiendo apreciar lo espectacular de este recinto circular donde en 1963 tocaron juntos Beatles y Rolling Stones y que es sede de The Proms, el mayor festival de música clásica del mundo que se celebra durante el verano y que retransmite la BBC para todo el mundo

Junto al Royal Albert Hall, están el Victoria & Albert Musseum, el conservatorio y muy cerquita el Museo de Historia Natural, que me encantó en un primer viaje a Londres. También cerca están los grandes almacenes más sobrevalorados del Mundo, Harrod’s.

Jamás he comprado nada ahí, ni siquiera un souvenir pero no sé cómo me las apaño ya que cada vez que he estado en Londres los he pisado. Está vez tenía excusa y no, no eran las rebajas, sino que tenía que enseñar una cosa que me impactó la primera vez que la vi. Alucinante muestra de kitsch inglés elevado a la enésima potencia.

La noche del viernes fue divertidísima, hasta los homófonos más recalcitrantes tendrán que reconocer lo divertida que puede ser la que es considerada la calle más gay de Europa, Old Cropton Street. A ver, que nadie se piense que es un gueto de locas, que va, hay muchos, es obvio, pero es tan divertida la zona y está tan metida en el heterogéneo Soho que puede, y es, visitada y disfrutada por todo tipo de gente. Eso sí, a las 0.00 ya puedes buscarte un club porque los locales tocan su campanita y hasta luego Lucas.

Apunte personal del día:

Ya ha habido varios pero encadenando con lo que es mejor en Madrid que en Londres diré que el Metro de Madrid no es sólo 4 veces más barato que el Tubo, sino unas 150 veces mejor en todos los aspectos. De verdad que lo único bonito (y pop) que encuentro al metro de esta ciudad, carísimo e incomodísimo, es su archiconocido mapa. Por cierto quienes visiten este año la ciudad que tengan en cuanta que hay obras en muchas líneas y eso puede afectar ciertos planes, hay autobuses alternativos pero ya se sabe que el tráfico por la superficie no siempre es tan “dinámico” como el que se hace bajo tierra.

Dia 3

Definitivamente llegó el verano a Londres, tuvimos un día esplendido. Habíamos pasado por Leicester Square, Trafalgar Square y Picadilly Circus muchísimas veces esos días y ha llegao el momento de detenerse en ellas. La primera, que está en obras, es un concurridísima plaza donde podemos encontrar varias salas de cine (que no recordaba tan caro) y un montón de kioscos o tiendas ofreciendo entradas para los muchos musicales y obras que se representan en la ciudad. El West End Londinense poco tiene que envidiar al Broadway neoyorquino.

El Fantasma de la Ópera, Los Miserables, Chicago son ya auténticos clasicazos que llevan muchísimos años en cartel y conviven con otros muy populares que también van camino de hacerse muy famosos. Hay adaptaciones de películas como Shreck, Priscilla Reina del Desierto o El Rey León o musicales que se convirtieron en película, como (en parte) los primeros que comenté o Mamma Mía. Son un reclamo turístico más y es muy raro que quien visite Londres no intente ir a uno. Conseguir entrada no es difícil pero ojo, no son baratas. ¿Qué si fui a alguno?…pues no, pero ya he disfrutado de muchos y no lo sentí.

En Trafalgar Square, Nelson vigila desde lo alto la puerta de la National Gallery, otra visita obligada del turista primerizo, y de la iglesia de St Martins-in-the-fields, un lugar de culto anglicano que posee una orquesta de fama mundial. En la plaza han colocado un reloj con una cuenta atrás para las olimpiadas del año que viene para los que quedaban, el día que tiré la instantánea ( que antiguo me ha quedado), 400 días.

La tarde fue para Notting Hill. Recuerdo la curiosidad de que el verano del 99, cuando se estrenó, la película se exhibiera en el cine que precisamente se llama como este barrio pese a que la librería de la cinta estaba en…Los Ángeles. El barrio es uno de los más bonitos de Londres y en él se encuentra el famoso mercado de Portobello Road. Otra cosa a la que le veo poca gracia pero que vuelve loco al turisteo en general. El castellano y el italiano eran los idiomas más oídos en el largo trayecto que hicimos de una calle atestada de locales y tenderetes vendiendo todo tipo de cosas.

Apunte personal del día:

Por la noche vuelta al Soho, buena cena italiana acompañada de un vino chileno y constatación de que algunos ingleses se comportan en su país igual que en el extranjero, pero no es cuestión de hacerles mala publicidad porque en general son gente bastante civilizada.

En cuanto a Picadilly, junto al Big Ben uno de los más reconocibles iconos de la ciudad, los carteles led quedan espectaculares pero no tienen el encanto de los antiguos. Además, al caos habitual que domina este espacio hay que añadirle unas obras que hacen más difícil moverse por la zona. Alejándonos, pero un poco, nos fuimos hace el Covent Garden que además de tener el principal teatro de la Ópera de Londres (con una programación de infarto) tiene un coqueto mercado que gusta a casi todo el mundo. No lo conozco en Navidad, pero debe ser impresionante.

Quedan un día aún, a ver cuando lo puedo publicar que estoy hasta arriba…

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