En la noche de los libros, que se celebró el pasado 23 de abril, me compré varias novedades que he ido leyendo desde entonces. Me hice con cómics, novelas y libros infantiles para regalar, pero hay uno especial entre todas mis nuevas adquisiciones. Uno que supera en emoción al resto, uno que te permite ver la evolución de una persona que te enamoró hace unos años. María ya tiene 20 años y su padre, el ilustrador Miguel Gallardo, nos muestra cómo es su vida en la actualidad.
El 17 de septiembre de 2010, en mi anterior blog, publicaba lo siguiente después de entusiasmarme con la proyección de la película María y yo, dirigida por Félix Fernández de Castro:
Miguel Gallardo, historietista y creador del célebre Makoki, es el autor de María y Yo, un cómic publicado por Atisberri en 2007 y que cuenta, de manera autobiográfica, las experiencias con su hija María durante unas vacaciones de verano. Nada particular sino fuera porque María es especial. Ella es autista y el dibujante refleja en el cómic como algo aparentemente convencional, como es coger un avión o compartir un día en la playa, se convierte en algo extraordinario.
El cómic, publicado por Atisberri, nos sitúa nuevamente en unas vacaciones de verano y en como es el día a día de María con 20 años. Como ha crecido, como es educada para evitar ciertas conductas, cómo reacciona la gente al verla o la memoria prodigiosa que tiene para recordar a cada persona que ha conocido. Lo mejor: la pasión que ahora siente por la música y que haya aprendido a dibujar para expresarse.
Como lector es imposible no emocionarse, no simpatizar con Miguel y May, los padres de María. Porque nuevamente Gallardo no pretende dulcificar nada ni caer en drama, nos plantea la realidad tal y como es, dura como una piedra. Hay una viñeta que muestra un túnel donde el autor dice no ver el final, su preocupación de que pasará con María cuando ellos no estén nos hace tomar conciencia de una realidad: Los niños autistas crecen, se convierten en adultos y la protección que colegios y centros dan, desaparecen con la mayoría de edad. El epílogo de la Dra Amaia Hervás nos explica la realidad de esta situación, de nuevo, sin atisbo de dramatismo. ¡Bravo!
Creo que este cómic debería estar en la biblioteca de todos los colegios por lo que puede ayudar a los niños a enfrentarse a cosas que no son normales para ellos, no porque no lo sean sino porque no las han vivido antes.
Yo he tenido la fortuna de conocer gente que, como María, me han enseñado aquello tan manido ¿Normal? ¡Eso es un programa de Lavadora!. Amigas, que no conocidas de redes sociales, chicas que tienen mi teléfono para lo que quieran y yo el suyo, que han venido a mi casa, periodistas, trabajadoras y grandes personas. Nunca he hablado con ellas de una situación, la de no ser convencional a ojos de muchos, que debe ser agría pero que la madurez ha hecho que tomen, a veces, hasta con sentido del humor. Recuerdo como me enseñaba una de ellas los rincones de su casa adaptada, que pudiésemos preguntarle los detalles más nimios y que nos riéramos de algunas situaciones, una simple ducha puede dar para mucho, es una muestra de ello.
Una situación describe perfectamente lo que me han aportado. Tomando unas cervezas con amigos, una de ellas se me acercó a saludar y entablamos la típica conversación que se da en un encuentro casual. Al marcharse, uno de mis amigos me pregunto ¿Qué es lo que tiene tu amiga? Me quedé mirándolo como en blanco e instintivamente pregunté ¿Quién? Tantos buenos ratos he pasado con ella, tanto he hablado cuando hemos coincidido, que para mí simplemente es amiga mía. No es una persona + una enfermedad de las llamadas raras, enfermedad que he conocido gracias a ella y que pude explicar, una vez caí en la cuenta, a mi interlocutor. A lo que me refiero, es que me han enseñado a ver todo con una naturalidad pasmosa, como debe ser. Ambas saben perfectamente quienes son. Ellas no se tomaran nunca como ejemplo de nada, pero para mí sí lo son.