SALZBURGO (SALZBURG, AUSTRIA)
Nos hemos “acercado” a esta ciudad de la vecina Austria por estar relativamente cerca de Múnich (nuestra primera base de operaciones) y porque su interés turístico es incuestionable. En la que se considera 4 ciudad del país vino al mundo, un 27 de enero de 1756, su “hijo” más grande, Johannes Chrisostomus Wolfgangus Theophilus Mozart o Wolfgang Amadeus Mozart para el común de los mortales.
La ciudad, visto la importancia del personaje, bien podría haberse pasado a llamar Mozartlandia tras su muerte. La casa donde nació, la pila donde lo bautizaron, la iglesia en la que tocó por primera vez su misa en do menor, la casa donde vivió su familia, la tumba de su padre…y podría seguir con no sé cuantas cosas, son los puntos de interés turísticos principales de la ciudad. Lo cierto es que la música lo invade todo en ella. He podido ver varias tiendas de música clásica (a precios nada competitivos, la verdad) y en muchos rincones hay músicos con los más variados instrumentos amenizando el paseo de los miles de turistas que transitan sus calles.
El colmo de kitcsh son, como casi siempre, las tiendas de souvenirs, que además de paraguas con notas músicales, venden, entre otras cosas relacionadas con el compositor una colonia (¿?) y unos bombones Mozart dentro de una caja con forma de violín que me han parecido horribles pero de los que me ha gustado su anuncio en la calle, unos figurines del artista a tamaño natural que son ideales para fotos. Se da la circunstancia de que este lugar, y sus alrededores, fueron el escenario natural de The Sound of Music la película que en 1966 protagonizó Julie Andrews y que (nunca lo entenderé) se llamó en España Sonrisas y Lagrimas y (esto lo entiendo menos) en Argentina La Novicia Rebelde, el caso es que la cinta también da para unos cuantos souvenirs de altura.
Lo peor de nuestra visita a Saltzburgo ha sido, con nuestra afición a la ópera, que se estuviera celebrando el Festival operístico más importante del mundo y que no tuviéramos entrada para ver, por ejemplo, el Don Giovanni que comenzaba a las 15:00 horas o el Cosí Fan Tute del día siguiente. La prensa ha puesto por las nubes las representaciones de este año y por eso me da mucha rabia. Cuando pasábamos por la calle Horfalgasse hemos podido ver como entraban a la representación algunos espectadores y me he quedado de piedra al comprobar que con 35 grados (un calor insoportable por la sensación de humedad que da el rio Salzach) ¡la gente iba de etiqueta! Me llamaréis antiguo, pero me ha encantado.
La ciudad está coronada por La Fortaleza Hohensalzburg a la que se sube en un tren cremallera por 10 euros que dan derecho a una visita que no merece la pena más que por las espectaculares vistas aéreas de la ciudad. Ojo, digo que no merece la pena porque a mí no me interesan los museos militares pero para los fans de ese tipo de museos, el interior de la fortaleza les iba a encantar.
En un espacio muy reducido se encuentran La Residencia de los Obispos, La Abadía de San Pedro, La Catedral de Saltzburgo y la Iglesia de los Franciscanos, siendo estos tres últimos edificios tan grandes que me ha llamado la atención que estén tan cerca. Vistos todos el que más me ha gustado ha sido el de La Abadía, un convento Benedictino cuya iglesia es una joya del rococó (aunque menos recargado que lo que he visto en Múnich) y que tiene un cementerio que, lo dicen ellos, es el más bonito del mundo. La curiosidad del camposanto son 7 crucifijos bajo los que, según la tradición, están enterradas las siete viudas de un picapedrero que las mato de risa con cosquillas. Flipante (luego ya te aclaran, que no, que sólo es una leyenda).
Tras las fotos obligadas a todos los lugares donde Mozart hizo algo, hemos recorrido la calle donde nació y que es una importante vía comercial de la ciudad, la calle Getreidegasse. La diferencia del resto de calles peatonales que conozco en el mundo son los letreros de las tiendas, de hierro fundido y ciertamente bonitos.
El centro de Salzburgo está dividido en dos partes por el rio que ya he comentado, de un lado vemos todo lo que ya os he contado y del otro, la orilla derecha, otras tantas cosas que merecen ser visitadas sin, necesariamente, tener nada que ver con el compositor. Los jardines del palacio de Mirabell o la Iglesia de San Sebastián son un buen ejemplo. En el caso de ésta última sí que encontramos la enésima referencia a Mozart, en el camposanto que hay detrás están enterrados Constanze, su mujer, y Leopold, su padre. Los restos del artista, que descansan en Viena, debe ser lo único suyo que no está en esta ciudad.
Me ha gustado bastante ir a pasar el día allí pero mientras paseaba, con un calor ciertamente asfixiante, no podía parar de pensar en que, por muy bonita que sea la ciudad, la sobreexplotación turística convierte a estos lugares en una especie de parque temático. No digo yo que no haya que haber turistas, faltaría más, pero me parece excesivo que detrás de cada cosa que veas, a veces incluso Iglesias, tengas que salir por una tienda que te vende recuerdos que en el 90% de los casos nada tiene que ver con lo que has visto. En Salzburgo es el no va mas, incluso nos han hecho una foto antes de entrar a la fortaleza, como si aquello fuera una montaña rusa y quisieras, al módico precio de 5 euros, quedarte con un recuerdo horripilante de tu cara metida en un ¿escudo? medieval.
Una última vuelta por Múnich, que me ha encantado y a la que pienso volver en algún Oktoberfest vestido de Bávaro, ha sido el colofón para otro estupendo día turístico.
Si las redes quieren…pronto tendréis más.
¡Saludos!