Y ya sí que sí… ¡BERLÍN TOTAL!
El muro que dividió la ciudad no hizo mucho por ella, tal vez llenarla aún más de historia, pero me sirve hoy para dividir mi visita y repasarla de una forma más o menos ordenada.
BERLÍN OESTE
La parte que quedó de la parte aliada, ese islote de la RFA que quedó dentro de la RDA, fue uno de los más importantes escenarios de la guerra fría que estalló entre las dos potencias mundiales un poco antes del fin del siglo pasado y poco después de acabar la II Guerra Mundial.  
Al estar alojados en la parte este tuvimos que atravesar el principal pulmón de la ciudad, el Tiergarten, para ir a los puntos más interesantes del oeste. El enorme parque ya quedaba en la parte oeste de la ciudad y en él se encuentra la Columna Triunfal (Siegessäule) que se levantó para conmemorar la victoria en la guerra prusiana-danesa de 1864.  Sirve como mirador y es bastante impactante verla de lejos desde la puerta de Brandeburgo, parece que está cerca pero no, hay que andar bastante (recomendable tren (S) o metro (U)) para llegar a ella.
Algo más alejado, tanto que en las guías aparece como en “las afueras”, es el palacio de Charlottenburg, un edificio que se construyó como residencia de Sofía Carlota de Hannover, esposa de Federico III allá por el siglo XVII.  Una monarca tan amada  que hasta un barrio de la ciudad recibe su nombre. Carlota era muy cultivada y su atracción por las artes dejó huella en este edificio que, como muchos, se completó por partes hasta conseguir su aspecto actual.

Es uno de los puntos obligados del Berlín monumental pero a mí me dejó un poco frio. No es que el palacio no tenga cosas maravillosas, por ejemplo una curiosa sala llena de porcelana china, es más bien ese halo de ver algo pre-fabricado lo que no me gustó. Me explico: el palacio sufrió grandísimos daños durante la II Guerra Mundial y se ha hecho un fantástico trabajo en su reconstrucción pero mucho del lujo del mismo estaba en sus desaparecidos muebles, artículos que han sustituido con otros de otros palacios.  El resultado es un poco chocante porque estás viendo no una reconstrucción, sino una “aproximación” a lo que era este palacio y mientras lo ves piensas que a lo mejor no deberían haberlo retocado tanto (o a advertir cuando compras la entrada de lo que realmente vas a ver). En la parte trasera tiene un jardín (impresionante como todos los alemanes que he visto) que es considerado una parte fundamental del conjunto.
Otro punto de interés de la zona oeste es la zona comercial que ocupa los alrededores de la Ku’damm, urbanizada en el siglo XIX, es una avenida con edificios de gran lujo y en la que se encuentran las firmas internacionales típicas de las grandes ciudades. Con  el centro antiguo en el parte oriental, está zona se convirtió en el centro del Berlín occidental. Recorriéndola entera, es un paseo muy agradable, nos encontramos la mayor concentración de United Buddy Bears, unos osos de tamaño natural con los brazos para arriba,  pintados de llamativos colores con diseños individuales. Habíamos visto ya unos cuantos por la ciudad pero la mayoría los vimos en esta calle.  Los osos en cuestión han recorrido mundo y han estado en plazas de varios países, a mí se me antojaban geniales en el Paseo de Recoletos de Madrid o en el de Gracia de Barcelona, a ver si se animan a traerlos.

Al final de la avenida (o principio según desde donde vengas) el punto estrella de la zona oeste: la Kaiser-Wilhelm-Gedäcgtnis-Kirche, una de las fotos más características de la ciudad que no pude sacar porque la estructura principal se encontraba totalmente cubierta. Una pena. La iglesia fue destruida en 1943 conservando sólo parte de la torre central. Su bóveda ruinosa y el campanario octogonal que se erige junto a ella son todo un símbolo de la ciudad. Junto a la torre, que en su base tiene un salón conmemorativo con datos sobre la iglesia y murales que la ocupaban, otro edificio octogonal, más ancho pero más bajo que el campanario, es la iglesia desde el año 1963. Una muy curiosa estructura en vidrio azul que merece la pena conocer.

Acercándonos al este se encuentra  uno de mis puntos favoritos de la ciudad: El enorme parque (explanada) que se encuentra frente al emblemático Reichstag. El edificio, pura historia alemana, es imponente gracias  precisamente al espacio que lo rodea. Su incendio es todo un hecho histórico y aunque no fue reconstruido inmediatamente después de la guerra hoy es la sede del parlamento y luce esplendido gracias a la cúpula de cristal que lo corona diseñada por Norman Foster y para la que es necesario registrarse si se quiere visitar. Descubrirlo la primera tarde al llegar a Berlín, con esa luz de los atardeceres veraniegos, fue el enésimo momento emocionante del viaje.

Para llegar al otro punto que me queda antes de meterme en el Berlín este, bordeamos Puerta de Brandeburgo, recorremos el final de Tiegarten y llegamos a la Potsdamer Platz. En ese camino bordeamos el muro, los adoquines que atestiguan que allí estuvo, para dejar a ambos lados dos monumentos conmemorativos que ya comenté en mi primera impresión de la ciudad y que se merecen más atención. En la parte occidental, un poco metido en el parque, una especie de cubo metálico con una ventanita desde la que podemos ver una pantalla en la que una pareja de chicos se está besando representa el monumento a los homosexuales perseguidos por el nazismo.  Todos los partidos políticos alemanes con representación parlamentaria apoyaron la construcción (Impensable en otros países) de un monumento que tiene a pocos metros una placa, en inglés y alemán, sobre la necesidad de recordar a  estas víctimas perseguidas por su condición sexual.

Justo enfrente, al otro lado del muro pero también sobre la Eberstrasse, se encuentra el monumento al Holocausto Judío. La wikipedia lo explica mejor que yo:
Fue diseñado por el arquitecto Peter Eisenman y por el ingeniero Buro Happold. Se trata de un campo inclinado de 19 000 metros cuadrados cubierto por una rejilla cuadriculada en la que están situadas 2711 estelas o losas de hormigón. Estas losas tienen unas dimensiones de 2,38 m de largo y 0,95 m de ancho, y varían en cuanto a su altura, desde los 0,2 m a los 4,8 m. De acuerdo con el proyecto de Eisenman, las estelas están diseñadas para producir una atmósfera incómoda y confusa, y todo el monumento busca representar un sistema supuestamente ordenado que ha perdido contacto con la razón humana. Con todo, en un folleto turístico oficial editado en 2005 por la Fundación del Monumento, se afirma que el diseño representa una aproximación radical al concepto tradicional de monumento funerario, en parte porque Eisenman no usa ningún tipo de simbolismo. Un subterráneo anexo denominado Ort der Information (Punto de información) contiene los nombres de todas la víctimas judías del holocausto conocidas, obtenidos del museo israelí Yad Vashem.


Impresiona, de verdad, caminar entre esa losas pero lo más impresionante es saber que todavía hay gente que niega que aquello pasara o que insulta la memoria de la victimas dibujando esvásticas (ahora no las hay) sobre el monumento. Creo que fue en el momento de entrar allí, más que en ningún otro sitio antes, cuando tuve conciencia de que no estaba en una ciudad europea más, cosa que confirmaría recorriendo a conciencia (y parándome cada dos por tres) la parte este de Berlín.
Desde ese momento, y con el muro como guía, las referencias a la historia más o menos reciente de la ciudad fueron continuas. Al llegar a la Potsdamer Platz cinco pedazos de muro nos recuerdan lo importante de este sitio que quedó en tierra de nadie. Hoy es una zona llena de edificios modernos al más puro estilo de los centros financieros de prácticamente todas las ciudades occidentales pero en el pasado no fue siempre así. Una zona de importante transito antes de la guerra y uno de los centros de la ciudad quedo desolada durante casi 30 años en los que el muro dividió la ciudad. En la zona encontramos la enorme cúpula bajo la que se está el centro Sony, un alegre lugar lleno de restaurantes entre tanta torre de hormigón y cristal que están, eso sí, muy bien dispuestos. Amante como soy de la arquitectura moderna el lugar me parece ciertamente fantástico. De hecho es tan apabullante que parece que la zona se está tomando una venganza con respecto a las demás para reclamar lo que un día fue y lo que la historia le quitó.

La zona oeste me ha gustado, no lo negaré, pero da la sensación, sobre todo aquella que queda al sur y al oeste del Tiegarten, que perdió el brillo cuando cayó el muro. Es probable que en los primeros tiempos no fuera así, pero hoy tengo la sensación de que la parte este es mucho más interesante que la oeste. He leído otros blog que dicen lo contrario, que la parte oeste es mejor así que tendré que volver para certificarlo. Es, insisto, una sensación que quien viva allí debería confirmar. En cualquier caso no quitaría nada de una ciudad que me ha encantado.
Me quedarán cosas ya que lógicamente en cuatro días se ve mucho pero creo que necesitaría un mes para conocerla como me gustaría de verdad. Lo próximo…el este de Berlín por lo que aviso que…

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