Durante uno de esos grupos de trabajo que hicimos mis compañeros y yo en El Pueblo Inglés teníamos que elegir a 3 personajes históricos que, desde nuestro punto de vista, habrían cambiado el mundo. Nelson Mandela fue el primer mencionado y todos estuvimos de acuerdo en el impacto de Jesucristo más allá de cualquier creencia, así que solo nos quedaba uno cuando Tom propuso al tercero: Alan Turing, considerado uno de los padres de la informática moderna y pilar fundamental sobre la tecnología que hoy todo lo domina.
5 meses después me he acercado a su vida gracias a la película The Imitation Game, de Morten Tyldum e interpretada por Benedict Cumberbatch, Keira Knightley, Mark Strong, Charles Dance y Matthew Goode. En la cinta se cuenta de manera paralela 3 momentos de su vida, su infancia como inadaptado, su participación como matemático en la II guerra mundial desarrollando la máquina que adelantará el final de esta y los últimos momentos de su vida, a la que el mismo puso fin tras ser acusado de conducta indecorosa por ser homosexual. Contada como si fuera un thriller y predecible hasta decir basta (lo de encontrar la clave por casualidad en una conversación banal no por ser real deja de ser muy visto), la película es el clásico bio pic diseñado para ganar premios de relumbrón más que de calidad.
En absoluto es mala, muy entretenida y muy bien facturada, pero no saca ni un milímetro el pie del tiesto, nada que pueda resultar ni ofensivo, ni violento y más allá de su infancia, la estupenda interpretación de Cumberbatch no nos muestra ni un ápice de su sufrimiento personal, el que no tiene que ver con su frustración frente a la máquina. La película parece que está gustando mucho, y no seré yo quien pinche el globo, pero está tan preparada para premios que hasta me haría gracia que solo tuviera dos merecidas nominaciones, la del mencionado y la Keira Knightley.
Entretenida para una sobremesa, que es justo lo que ha sido, porque me he metido en los cines Verdi, estupendamente situados en la calle Bravo Murillo, en la primera sesión, la de las 16:00.
Estoy totalmete de acuerdo contigo. Es una película en exceso previsible y en exceso blanca. Eso hace que, hasta cierto punto, sea «poco creíble». Si intentar ofender a nadie, la considero como una lujosa película de domingo por la tarde en una cadena de televisión.
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Muy blanca, tan blanca que se ha ido de vacío de los Golden Globs…
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