El viernes se estrenó por fin La La Land, La ciudad de las estrellas, cinta con la que romperé la tradición que venía respetando de un tiempo a esta parte en las diferentes encarnaciones de mi blog, la de no recomendar películas. En este caso lo tenía más fácil que nunca pues se trata de una película 100% mainstream americano, es una historia de amor que además es un musical. Lo primero echa para atrás a un porcentaje elevado de gente que detesta el cine comercial, lo segundo a otro tanto que rechaza estas historias por ñoñas o (mal llamadas) de mujeres y lo tercero, en fin, pocos géneros cinematográficos generan tanta aversión como el musical. A todos los que quepan en cualquiera de los tres anteriores grupos (o en varios de ellos) no los convenceré yo sino probablemente el carrerón que le espera, de que merece mucho la pena pasar dos horas viéndola.
¿Por qué? Porque garantiza 2 horas de puro cine, de buen rollo, de imágenes increíbles y de una química perfecta de sus protagonistas. Mia (Emma Stone) es una aspirante actriz que persigue su sueño y Sebastian (Ryan Gosling) un pianista obsesionado por difundir el jazz más puro, ambos vivirán una historia de amor donde se plantea la dificultad de cómo perseguir tus sueños (solo o acompañado) con la ciudad de Los Ángeles como escenario. El director Damien Chazelle, también de la fabulosa Whiplash (2014), consigue que un musical ambientado en el siglo XXI no caiga, por delirantes que sean alguno de sus números, ni en lo empalagoso ni, mucho más importante, en la vergüenza ajena.
Las secuencias que abren y cierran la película son realmente de esas que cuando acaban te dan ganas de ponerte a aplaudir y lo que hay entre ellas es, además de un homenaje al cine de antes, es un canto de amor a la ciudad de Los Ángeles como pocas veces hemos visto en la gran pantalla. Yo la conocí hace ya 8 años y en absoluto la tengo idealizada, tampoco lo pretende la película,“la he visto mejores” le dice Mia a Sebastian delante de las vistas que se aprecian desde el Parque Griffith. Chazelle quiere mostrarla como es, inhóspita a veces y caótica casi siempre, pero sin dramatismo ni afectación. Eso es algo de lo que se da cuenta el espectador desde el minuto uno de la primera secuencia, arrancar una película así tiene un punto de valentía y es una desdramatización absoluta del verdadero infierno de la mencionada ciudad: sus atascos.
Ya arrasó en Los Globos de Oro (no es ninguna garantía) y seguramente tendrá un protagonismo destacado en los Oscars (tampoco es garantía de calidad) pero la impresión que tuve al finalizar la proyección es que la película tendrá un largo recorrido mas allá de los premios que pueda obtener. Vista en versión original en una de las estupendas salas de los Kinepolis de Madrid que estaba a reventar. Hubo aplausos al final de la proyección y comentarios del tipo “la deberían poner en bucle” pero lo más llamativo fue ver la cantidad que gente que no se levantaba de la butaca esperando alguna sorpresa final. Seguramente no fue del gusto de todos pero la sensación general era de haber pasado un rato muy agradable: muchos salimos del cine tarareando la pegadiza City of Stars, que se repite un par de veces durante el film
Fue una manera fantástica de acabar mi ultima semana con 42 años: regalarme un doble programa de cine. Si a las 21:45 estaba entrando a ver la maravilla que he descrito más arriba, a las 16:00, en un cine mucho más pequeño y con mucho menos publico, disfrute de la última, y también muy comentada, película del Director/Diseñador/ExModelo Tom Ford: Animales Nocturnos. Es una película a las antípodas de la anterior pero que tiene un punto en común que comentaré al cerrar el post de hoy.
Se trata de una adaptación de la novela Tres Noches de Austin Wright que Tom Ford lleva a cabo siete años después de Un Hombre Soltero, la película por la que, curiosamente, deje de hacer recomendaciones cinematográficas.
Susan (Amy Adams) recibe un paquete con un libro que ha escrito su ex-marido Tony (Jack Gyllenhaal) y que éste, después de años de no estar en contacto, le remite para su aprobación. Desde ese momento la historia de desdobla en dos, la que cuenta el libro y la propia de una mujer de éxito que se encuentra en una situación limite. Todos los que criticaron a Ford por la falta de ritmo de su primera película pueden ahora comprobar como ha cambiado su estilo. Hay dos tempos totalmente definidos: La trama del libro es un thriller absolutamente acelerado y con violencia explicita y la historia de Susan es más pausada y está llena de silencios, sofisticación y recuerdos de lo que era y ya no es. El punto de conexión es la personalidad de Tony y de cómo condiciona esto el desarrollo de ambas tramas y sus consecuencias. Leo por ahí que se trata de una película de venganza, y aunque desde luego la hay, me parece más una película de culpas y de los errores que cometemos cuando tomamos decisiones importantes en nuestra vida.
Me ha gustado bastante, sobre todo algunos puntos donde Ford critica sin miramientos la frivolidad de nuestra sociedad occidental .“Querida nuestro mundo es horrible, pero el real es mucho peor” pero, a pesar de contar con mi adorada Amy Adams ( increíble también en La Llegada), es la típica película que me costaría recomendar a todo el mundo porque, sinceramente, es de esas que crea las mismas adhesiones que odios y prefiero evitarme el trago de que alguien me diga que le he hecho pasar 116 minutos terribles.
La curiosidad quiso que las viera el mismo día, mi último viernes con 42 años porque ambas se plantean en algún momento aquello de saber si somos hoy lo que pensábamos que seriamos cuando teníamos 20 años y en que grado fallamos a los demás y a nosotros mismos cuando nos hacemos mayores y responsables.
Curiosa reflexión que hacerme el día en que cumplo 43 años.
Que viva, por siempre, el buen cine