El peor día, en cuanto a temperatura, fue el domingo 25 de febrero. A las 12,00 de la mañana y con un sol radiante,  hacía -4 grados bajo cero  y la situación fue a peor a medida que avanzaba la jornada. Había que aprovechar hasta las 17,00, hora en que nos recogían para ir al aeropuerto, y nos armamos de valor (y de capas) para volver a recorrer el centro por última vez.

No había visto todavía el ayuntamiento ni el palacio imperial así que para allá fuimos. Ambos forman una de las estampas clásicas de la ciudad. En la plaza enfrente del consistorio me cuentan que siempre se están montando actividades para disfrute de la ciudadanía. Ahora, en invierno, una enorme pista de patinaje hace las delicias de todos los vieneses a los que les gusta patinar, que a tenor de la gente que había, deben ser muchos.

 

Con el frío que hacía  yo creo que no era necesario tener ningún sistema, seguro que con unos cubos de agua lo solucionan : ) divertido circuito delante del ayuntamiento.

 

Para llegar desde allí al Hofburg, palacio imperial, se atraviesa un enorme parque que, dada la climatología, no tenía ni un alma lo que nos permitió hincharnos a hacer fotos.

 

Eso con 15 capas de ropa que parece un yeti es quien escribe este blog.

Mozart comparte con Isabel de Baviera, Sissi, y su marido Francisco José  el protagonismo de los souvenirs mas kitsch que os podáis imaginar. La pareja, en concreto, además de estar presente en bombones y en muchas cosas con forma de corazón, lo está también en unas botellas de vino espumoso que solo de verlas hacen subir el azúcar en la sangre. Vivieron en este palacio que, lógicamente, es otro de los reclamos turísticos de la capital. Igualmente conocido es el Schönbrunn, pero en invierno parecen estar (lo estaban ahora) cerrados sus jardines, principal atractivo de ese palacio que se usaba como residencia de verano.

Desde allí tomamos un taxi, el trayecto era corto pero necesitábamos ganar tiempo, para ir al Pratter, el parque de atracciones más antiguo del mundo que tiene como principal atracción una gigantesca noria que desde 1867 es emblema de la ciudad.  Entrar en uno de sus vagones y dar una vuelta de unos 15 minutos cuesta 10 euros en su tarifa más cara y merece la pena por permitir ver la ciudad desde su punto más alto.  Antes de entrar, vagones como los utilizados en la noria nos muestran, gracias a maquetas animadas, la historia del lugar y los avatares por los que ha pasado la famosa noria.

El metro nos llevó hasta la Hudertwasserhaus, un edificio de 52 viviendas de estilo expresionista que recuerda mucho a la arquitectura de Gaudí que se puede ver en distintos puntos de Barcelona. Es una visita obligada desde su inauguración en 1986 pero se pide un turismo sostenido y respeto porque se trata de un edificio habitado y es necesario mantener la paz de los vecinos. Justo en frente, hay un mercadito de similar arquitectura que merece la pena visitar. ¡Gracias por la recomendación Mario!

 

El metro es una estupenda manera de viajar por Viena, como también lo es el tranvía. A mi me apasiona andar así que no lo consideramos necesario. Un billete común de transporte publico (metro, bus o tranvía) vale 2,40 euros pero hay pases de 24, 48 o 72 horas por 8, 14 o 17,10 euros respectivamente.  También hay una tarjeta turística que por 14, 22 o 24 euros (mismo duración que los pases comentados) ofrece además del trasporte publico, otras ventajas como descuentos en museos o transportes especiales se trata de la Viena city card y en el enlace que comparto al final del post podéis encontrar toda la información.

Preferimos volver andando al centro, no es mucho tiempo y puedes aprovecharlo para recorrer otro parque de la ciudad, el Stadpark que tiene como vecino de honor a Johann Strauss.  Un monumento, el dedicado al compositor, que no está entre los más elegantes dedicados a su gremio. Un insensato, no cabe otro calificativo , había preparado con velas un ¿quieres casarte conmigo? que me hubiese encantado ver como conseguía encender.

Y ya llegando al final pasamos por la plaza dedicada a la emperatriz María Teresa que está presidida por un gran estatua dedicada a su figura y flanqueada a ambos lados por dos enormes edificios, también de estilo neorenacentista, los museos de Historia del Arte e Historia Natural.

Foto toma desde el de Historia Natural (Parecido al que veis)

La hora final fue para volver a rondar la zona de la ópera y entrar en Arcadia, la tienda que se sitúa en ese mismo edificio dedicada a la música clásica. No es una tienda de teatro al uso, como por ejemplo la de nuestro Teatro Real, en Arcadia se encuentra material nuevo, como en todas, pero abundante material descatalogado. Cuando me encontré una caja con tres vinilos de la primera ópera que vi en directo, Aida de Verdi, interpretada por Monserrat Caballé y Plácido Domingo, tuve claro cual sería el souvenir que me iba a llevar de la ciudad.

Con mi disco recién comprado nos metimos en un café, curiosamente llamado Aida, que tiene más de 100 años y en el que pude tomarme, por fin, la clásica tarta Sacher. Habíamos pasado varias veces por la puerta del famoso hotel que da nombre a este bizcocho de chocolate, relleno de mermelada y cubierto por más chocolate pero las colas ( lo precios también), nos hicieron imposible acceder.

 

¿Que mejor manera acabar un viaje con un dulce? No se me ocurre.

La esperanza es lo último que se pierde. ¿Terraza a -10 grados?
 
Me ha encantado Viena y os la recomiendo porque tiene un fin de semana fantástico.
Para una información más precisa y  profesional, podéis visitar la página de turismo de la ciudad. Está muy bien estructurada y tiene información actualizada de todo lo importante que sucede allí. Viena ahora-para siempre.

Gracias por leerme.

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