Historia de un fin de semana de hace algo más de un mes…
El trayecto
“Maxi, estás mayor” con esta frase sentenciaron unos comentarios que hice hacia las despedidas de soltero que sufrí en el tren AVE que el viernes 7 de junio tomé para pasar un estupendo fin de semana en Sevilla. En realidad, lo que debo tener es una deficiencia grave en mi sentido del humor: no recuerdo que jamás me hayan gustado las despedidas de soltero, ni cuando era muy joven, ni cuando era adulto, ni cuando he llegado a la mediana edad.
Bromas aparte, cualquiera que vaya a tomar una tarde de primavera un AVE Madrid – Sevilla corre el riesgo de encontrarse con un trayecto lleno de jolgorio, alboroto y alegría. Tal era la cantidad de talluditos casándose, rozando los 40, que las cervezas volaron de la cafetería antes de llegar a Puertollano. Olvídense por tanto de leer o dormir e intenten entretenerse con las originales conversaciones que se organizan entre 2 despedidas y que comienzan con un, muy temido, “¡Tenemos hielo!”. Que sean felices y coman perdices, “tía”.
Para mi consuelo, no soy el único. La revista Yorokobu explica este fenómeno de una manera muy entretenida en último número.
Viernes en Sevilla
Ya lo cantan los Siempre
Igual Asi
Y cuando vuelva a Sevilla en primavera,
volveré a mis veinte años recorriendo sus callejas;
Y volveré a olor de los naranjos,
y a vivir un jueves santo y una mañana de feria.
No, no volví a Sevilla ni a vivir un jueves santo ni una mañana de feria, sino que, como en otras ocasiones, una ópera era la excusa perfecta para volver a visitarla. No pasan muchos meses sin que pase por la ciudad a orillas del Guadalquivir y, aunque ya empieza hacer calor, es difícil resistirse a su encanto en primavera. Lo bueno de haber estado tantas veces es que no tengo la obligación de hacer lo que el turismo hace. Ni entrar en los Alcázares, ni en la Catedral, ni en subir la Giralda, ni tampoco ir a la Plaza de España… como explicamos, en perfecto italiano, a una familia: Il modo migliore per conoscere Siviglia è di perdersi.

El AVE de las 17.00 horas llega a Sevilla a eso de las 19.40, una hora fantástica para dar un paseo por la ciudad, comprobar que todo queda en su sitio, que la Torre del Oro está como siempre y que el bullicio de un viernes tarde llena a la ciudad de vida. Con eso de hacer tiempo hasta la cena hicimos el camino desde la calle Lepanto, donde nos alojábamos hasta el restaurante Mechela, donde cenamos, andando en un tranquilo paseo, pasando por Campana, la calle Sierpes, la Plaza Nueva…hasta llegar a la zona del Arenal.
Nos habían recomendado Mechela por su buen ambiente y su relación calidad precio. No se equivocaban ni en lo uno ni en lo otro, pero deberían haber hecho mención también al servicio que es excelente. Nos habían recomendado la lasaña de verduras y los ñoquis de boniato, pero estos últimos se habían agotado y nos propusieron una fideua crujiente que era un espectáculo. Un precio muy competitivo, que incluyó vino y postre a compartir y que nos dejó muy buen sabor de boca. No soy de hacer fotos a los platos, pero hubiese merecido la pena hacerlo. Recomendación absoluta si vais por la ciudad.
Satisfechos con la cena emprendimos la marcha para disfrutar la noche de Sevilla en el ambiente más relajado de la ciudad, el que está en la Alameda de Hércules y que se aleja del todo del clásico prejuicio sobre el postureo de la noche hispalense. Es el mismo ambiente que podría encontrar en la Plaza del 2 de mayo de Madrid o en Lavapiés, absolutamente libre y muy sano.
Suelo huir, lo he repetido hasta la saciedad, de los reclamos nostálgicos en la noche. De esas llamadas a los 90’s o los 80’s como si no hubiese existido nada anterior ni posterior, así que es incomprensible que muchas de mis noches sevillanas acaben en un local llamado precisamente 1987.


En Madrid hay algunos parecidos, pero los que he conocido no tienen la gracia de este. Esta muy iluminado y plagado de referencias a la música pop de los 70, 80 y 90 con fotos y recortes de prensa que llenan las paredes de todo el local. Se pincha con videos que aparecen en varias pantallas y cuya música es lo más variada posible dentro de las décadas ya comentadas. El público es variopinto y es el típico local que se llena cuando los demás se ven abocados al cierre. Una curiosidad de la noche Sevilla que es, tengo que admitirlo, divertidísimo. Otro de mis placeres culpables (y ya van…).
Sábado por la mañana

Tenía un objetivo marcado para la mañana del sábado. El viernes santo descubrí una tienda que debía conocer si o sí. Así que después de desayunar hicimos un camino similar al del viernes, pero cruzando el puente de Triana camino al Altozano. Muy cerquita de allí se encuentra Coleccionismo Don Cecilio, el típico lugar donde puedo pasar horas si alguien no me pone límites.




Libros, cómics, vinilos, películas, carteles, juguetes…de todo se puede encontrar en esta tienda en la que me quedaría a vivir y que se va a convertir en lugar de peregrinaje obligado cada vez que visite la ciudad. Menos mal que quedan las librerías, pero es difícil encontrar tiendas de música así que me alegra que, aunque no estén en el centro de la ciudad, sigan existiendo estos lugares, y no exagero, guardianes de la cultura. Por supuesto que me llevé cosas y prometí, porque lo haré, volver.
El Altozano, en Triana, es un buen lugar para tomar el aperitivo. El paseo de la mañana hasta Triana, pasando por todo el centro de Sevilla, me permite hacer una observación como foráneo. En un momento en que el turismo está en el foco de todas las criticas por la sobrexplotación y vemos como Ámsterdam ha dejado de promocionarse, El Louvre hace huelga por exceso de visitantes y los desastres del Everest, está bien observar, sin ser experto, como está una de las ciudades más visitadas de España.
Mi impresión, y no soy experto, es que a pesar de la proliferación de pisos turísticos y de la masiva cantidad de visitantes que pueblan sus calles, Sevilla no pierde su identidad. Ni siquiera sus partes más turísticas parecen haber perdido, por ahora, su alma Sevillana. Lo que ha pasado a otras ciudades convertidas en parques temáticos, no parece pasarle a esta ciudad. ¿Cómo llego a ésta conclusión? Es una percepción que puede sonar entusiasta, no digo que no, pero que viene dada porque aún hay sevillanos de pura cepa en los núcleos turísticos, en los restaurantes y de compras por el centro, el turismo no la ha devorado quizás por el amor que los propios habitantes sienten por su ciudad.
Ópera en Sevilla

Sevilla, escenario de tantas óperas, es también un lugar esplendido para disfrutar de ellas. El moderno Teatro de la Maestranza puede no tener el glamur de otros más espectaculares arquitectónicamente hablando, pero tiene una sala muy espaciosa y sin puntos muertos que hacen que la experiencia siempre sea satisfactoria, estés muy adelante o muy atrás. No tiene una temporada muy larga, apenas 4 o 5 óperas al año, pero el precio de las entradas es competitivo y tiene la mejor cafetería de todas las que he conocido en teatros de ópera: ¿En cuantas se puede comer una medianoche de jamón y queso? Os lo digo yo: en ninguna.
La ópera era Andrea Chénier, uno de los ejemplos de verismo italiano, compuesta por Umberto Giordano, estrenada en 1896 y ambientada en la Revolución Francesa. Se basa libremente en la vida del poeta del mismo nombre que murió durante la Revolución y consta de 4 actos.
Es una de esas óperas que puede crear afición porque tiene un argumento decente, una música melódica que entra con facilidad y no es muy larga, y la duración excesiva es algo que suele echar atrás a los que todavía no se han decidido a probar.. Una de las partes más famosas es aria de La mamma morta, cantada por el rol femenino principal (soprano), Magdalena de Coigny.
He escogido este video porque fue precisamente Ainhoa Arterta quien la interpretaba en Sevilla acompañada de un elenco que recibió muchos ¡bravos! y aplausos al acabar la función. Ya había visto la ópera en el Teatro Real, pero me ha gustado mucho más el montaje que pude ver en Sevilla, sin ser demasiado clásico, no se pasaba de moderno y cumplía una función fundamental, que en Madrid olvidan mucho, ayudar a no perder el hilo de lo que está sucediendo.
Esta fue la ficha artística, para recordar, de la función del 8 de junio. Bravísimo a todos ellos (Fuente: Teatro de la Maestranza)

Al salir de allí, un clásico de nuestras noches de ópera sevillana: El Postiguillo, para mí un “must” de la noche de esta maravillosa ciudad.

Domingo, el tramo final
Ya cumplidos los objetivos del viaje, nos quedaba disfrutar de una soleada mañana de domingo sin planes establecidos así que aprovechamos para subir a las Setas de Sevilla. Realmente se llama Metropol Parasol y es una estructura de madera y hormigón de 150 metros de largo y 26 de alto que ocupa casi por completo la Plaza de la Encarnación en el centro de Sevilla, a muy pocos metros de la popular confitería La Campana.
Para algunos es un horror arquitectónico, pero a mí me encantan. Cuentan los que la defienden que la plaza en la que se encuentra era algo anodina hasta la construcción de esta estructura que se puede recorrer por solo 3 euros. Ofrece unas buenas vistas de la ciudad y recorrerla nos permite comprobar lo prodigioso de esta obra. Idea del arquitecto alemán Jürgen Mayer, las setas se inauguraron en 2011 y ya son una de las imágenes icónicas de la ciudad. Aunque no es lo primero que hay que ver se Sevilla, si recomiendo visitarla y comprobar como es la ciudad desde el cielo sin tener que ir hasta las torres, mucho más altas, de la isla de la Cartuja.
Sevilla es ideal para un fin de semana, para perderse por sus calles y para pasar una y otra vez por sus incontables monumentos sin cansarse. Todo el mundo queda enamorado de ella, por algo será.

Epílogo : Madrid y Pepa
Cuando llegamos a Atocha ¿por qué irnos a casa? Mejor prolongamos el fin de semana con uno de los miles de planes que ofrece la Villa de Madrid este verano. El Hotel Emperador, todo un símbolo de la Gran Vía Madrileña, ha propuesto su propio cine de verano. Un mini-ciclo que se compone de 4 películas de Almodóvar que se proyectan una vez al mes y que se acompañan con una copa de champagne francés y unas palomitas trufadas, que por eso es la una de las terrazas más exclusivas de Madrid.


Las películas son Todo sobre mi Madre en julio, Hable con Ella en agosto y Volver en septiembre, pero su arranque fue el domingo 9 de junio con Mujeres al borde de un ataque de nervios, mi comedia española favorita de todos los tiempos y no nos lo queríamos perder. La entrada no es barata, 25 euros, pero hay que tomarlo como una experiencia completa, no es solo una película, es verla en uno de los sitios más cool de la capital, tirado en una tumbona y con una copa de champagne. La visibilidad es buena y el sonido, con unos cascos para cada espectador, también. Las entradas se pueden encontrar en la web del hotel o comprarlas allí mismo. No creo que repita, pero la experiencia fue muy buena porque es impagable ver esta película acompañado de amigos y repitiendo los diálogos que ya nos conocemos de memorial. Ay Pepa….
