Un día llegué a casa y gracias a mi sana costumbre de poner música nada más entrar por la puerta me encontré, en el extinto canal 40 TV, un vídeo de un grupo que se llamaba Miss Caffeina. Un par de años después, el 11 del 11 de 2017, he asistido a su concierto fin de gira, donde daban el broche de oro a su último trabajo, Detroit.
Se formaron en 2006 y forman parte de esas bandas de música indie que gracias, principalmente a la era del internet 2.0 (estoy aprendiendo una barbaridad), tienen un nicho casi tan importante e influyente como el que tiene el mainstream clásico. Solo hay que ver las listas de ventas, las páginas de música, y los llenazos en las salas de conciertos para darse cuenta de que lo indie ya no es (afortunadamente) lo que era. Alberto, Sergio, Álvaro y Antonio cerraron ayer dos años, que el propio Alberto, cantante de la banda, resaltó como los mejores de su carrera gracias a un disco que les ha dado muchas alegrías y más de 100 bolos.
No me duelen prendas al admitir que he conocido a Miss Caffeina gracias a su tercer trabajo, Detroit, un disco que me sorprendió desde el primer minuto y cuyas canciones forman parte fija de las playlists que escucho habitualmente. Así que no soy el fan modelo, ese que se sabe toda su historia, todas sus canciones ni todos sus secretos pero si que en dos años he aprendido a disfrutarlos y a entender porque me gustan tanto. Después de ver sus vídeos, ver y escuchar sus entrevistas y ayer, por fin, verlos en directo he llegado a la conclusión de que son, a su manera, la versión española de The Killers. No sólo porque Alberto Jiménez me parezca, tiene un carisma a prueba de bombas, el Brandon Flowers español, sino porque saben moverse entre el rock más guitarrero y el pop más electrónico con la misma fluidez que el grupo de las Vegas. Si Flowers es capaz de cantar por los Pet Shop Boys o Duran Duran, después de un tema tan cañero como Somebody told me, los Caffeina pasan de los temas más potentes de Detroit a hacerte una versión de I(had) the time of my life (Dirty Dancing), sin despeinarse ni justificarse. Bravo por ellos.
Una nota para hablar del concierto dada por Josema, mi padawan en aspectos de música indie “han sido más de dos horas de concierto, y a pesar de que no me sabía prácticamente ninguna de las canciones, se me ha pasado volando”. El concierto se dividió en tres partes, una primera más pop, en la que sonaron, entre otras, Capitán, Eres agua y una versión a piano de The way you make me feel , mi canción favorita del Bad de Michael Jackson.
La tela blanca que hasta ese momento había servido de fondo, cayó para mostrarnos las pantallas que nos acompañarían en la siguiente parte, y la más extensa del concierto, con temazos como Detroit, Titanes (acabada con el mítico She’s a Maniac de Flashdance), No Mienten (con Juancho de Sidecars), la versión ya comentada de Dirty Dancing y que se cerró con los dos más grandes hit’s de su último trabajo : Ácido y Mira cómo vuelo.
En ese momento llegó la despedida con un “hasta dentro de un ratito” y voy a tratar de reproducir la conversación que tuve vía whassap con el combo dj Sweet & Vicious, que estaban en la zona vip (no podría ser de otra manera siendo las estrellas que son)…
– Sweet & Vicious: me está encantando
– Maxi : Si, ha sido un concierto alucinante…¿Sabes que viene ahora?
– Sweet & Vicious : prepárate para 15 minutos de bacalao
Y así fue, el grupo convirtió el recinto en una rave. Cuando sonaron los acordes del Ray of Light de Madonna empecé a aplaudir y a saltar cómo loco. La canción de la diva sirvió de base a Lobos, cantada a dúo con La Prohibida, personaje fundamental de la re-movida madrileña. Los saltos se mantuvieron hasta el final del concierto gracias a Gladiador, una versión del Freed from Desire de Gala (¡que vivan los 90!), Hielo T sobre la base del Hey Boy, Hey Girl de los Chemical Brothers (usada también por Fangoria en alguno de sus conciertos), Oh! Sana y un reprise de Mira cómo vuelo. El emotivo final de la banda, abrazándose en el escenario, se hacía mientras sonaba el tema The One, del álbum X de Kylie Minogue, una forma de dar las gracias a todos los que habíamos asistido…I’m the one, love me, love me, love me…
Conciertazo fin de gira, que según parece será editado para que podamos guardarlo para siempre. Madurar significa saber disfrutar de un concierto sin tener que usar el teléfono para grabar cosas que nunca volveré a ver. Prefiero ver las cosas con mis propios ojos que pasarme una canción entera grabándola en el móvil. Así que solo saqué un par de fotos, y no precisamente al escenario, y ningún vídeo porque ¿para qué hacerlo si saldrá editado en unos meses?. Hay esperanza, a pesar de ser uno de los abuelos de una sala repleta de gente joven, me congratula saber que el futuro está en buenas manos…toda la gente que había ayer adora una música que está muy lejos de ser esos Felices los 4 o ese Despacito que nos quieren imponer como música actual.
Opinión aparte merece la sala. ¿Cuándo tendremos en Madrid una sala como debe ser para asistir a conciertos? La Riviera es grande pero su sonido, por decirlo de una manera suave, es bastante mejorable. A quienes asistan a un concierto allí, recomiendo un lugar para tomar la caña previa y que está justo enfrente. Se llama la Ribera y es un bar ecléctico a más no poder, tiene una farola gigante metida en la barra, aspecto de los 70, luces incandescentes, una bola de discoteca y una botella de ginebra encerrada en una jaula. Fabuloso.
Can you hear me?
I’m connecting with you
Can you feel me?
I’ll do anything to have you near me
I was wondering, will you reach me?
Alberto ¿Te has inspirado en Dazzler de Marvel para esta intro? Si es que sí, ¡mi puntuación se multiplica por 2!
Me encanta la estética del grupo. !!!
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