Hay colgada una lista en el recomendador de libros Librotea, que se llama así: “10 libros que todo el mundo dice que ha leído (pero pocos han acabado)” siendo los libros en cuestión los siguientes:

Guerra y paz / León Tolstoi

Ulises / James Joyce

En busca del tiempo perdido / Marcel Proust

Odisea / Homero

La broma infinita / David Foster Wallace

El arco iris de la gravedad / Thomas Pynchon

Moby Dick / Herman Melville

Crimen y castigo / Fiódor M. Dostoievski

La rebelión de Atlas / Any Rand

Don Quijote de La Mancha / Miguel de Cervantes

Yo seré de los pocos que si acabó Don Quijote, leído cuando era estudiante, y aunque no he leído Guerra y Paz si hice lo propio con otro denso libro de Dostoievski, Los hermanos Karamazov, que me gustó bastante. Me asombra ver en la lista la obra de Marcel Proust cuando son tantísimos los que mencionan su dichosa magdalena allá cuando tienen ocasión, pero, he recordado esta lista, que se publicó hace meses, porque el séptimo libro es Moby Dick de Herman Melville y es justamente una adaptación teatral de esta obra lo que ha traído a Madrid uno de los estrenos más esperados del año.

Con mucha repercusión en los medios culturales de estos últimos días, la obra y su estrella, Jose María Pou, son el bombazo teatral de la temporada y su presencia en el Teatro de la Latina está siendo un éxito. En un teatro lleno a rebosar y tras 1 hora y 20 minutos de representación, estas son mis impresiones.

Moby Dick es una obra tan famosa que hasta los que no la hemos leído conocemos su argumento. Escrita por Herman Melville y publicada en 1851, cuenta las vicisitudes del barco ballenero Pequoid, comandado por el capitán Ahab, en la autodestructiva y obsesiva persecución de una gran ballena blanca. Lo que se representa estos días es una dramatización de la obra centrada en la figura del capitán Ahab, un personaje literario de referencia.

En la propia página de compra de entradas se puede leer esto:

“De Moby Dick se han realizado múltiples adaptaciones, algunas más cercanas al original que otros. Este montaje está inspirado en la solitaria figura de Ahab y su lucha contra la ballena. E invita al espectador a hacer un viaje a las profundidades de la locura de un hombre capaz de todo para satisfacer su empeño.”

El problema es el exceso de trascendencia y existencialismo en cada una de las frases que, a gritos, se oyen durante los poco menos de 90 minutos que dura la función. La pretendida crueldad del personaje y su obsesión por la animal queda difuminada por unas divagaciones sobre lo divino y humano que llaman al tedio a los 20 minutos de subirse el telón. Cada disertación quiere dotarse de una intensidad digna de ser grabada en mármol y es un tema que acaba por cansar. Hay una especie de narración que sirve como bitácora, pero al acabar se tiene una sensación algo extraña. Sabes de que va, sabes cómo termina, pero el desarrollo queda algo difuso. Lo siento si paso por inculto, pero me aburrí como una ostra. Una vez descubierta la obsesión del ballenero, las intervenciones de los demás personajes se me hacen innecesarias y ese profundizar en la locura del individuo me aburren profundamente. Es algo que no deja de llamar la atención teniendo en cuenta que es un espectáculo bastante corto.

Al acabar, muchos bravos y muchos aplausos motivados, principalmente, por la estrella de la función, José María Pou. El actor catalán es una presencia potente encima de un escenario, a los casi 2 metros de altura hay que añadir una fuerza y un talento interpretativo que roba cualquier escena haciendo que todo lo que está a su alrededor desaparezca. Casi podrían haber convertido esta obra en un monólogo y la gente la hubiese aplaudido igual.

Reconozco el talento de Pou y ha sido un verdadero placer verle en escena, pero me esperaba otra cosa y la obra me dejó muy frio. Por poner un ejemplo cinematográfico, no recomendé Roma (que me encantó) cuando la vi porque entendí, como así ha sido, que la película resultaría un tostón infumable para mucha gente. Lo mismo pasa con este Moby Dick, versión de Juan Cavestany que estará en el Teatro de la Latina hasta el próximo 10 de marzo: a pesar de las odas de la crítica y de los premios que va a recibir, intuyo que varios, ni se me pasa por la cabeza recomendarla.

Eso sí. ¡Larga vida al Teatro!

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